sábado, octubre 13

Los Buenos mueren jóvenes

Hace ya un año pase los días más tristes de mi vida. Hace ya un año se me fue una persona que amé mucho, que estimaba más que a muchos de los que conozco y que lamentablemente me será imposible de reemplazar. Claro, nadie es reemplazable pero esta pérdida es una herida abierta que por mucho tiempo costará sanar.
Mi tío Eduardo, el pelao, era un hombre cuya personalidad unificaba, que te provocaba abrazar con toda tus fuerzas al momento de saludar y que en sí personificaba muchas cosas de las cuales se sustentan buenos ideales en el mundo, como es luchar por tus derechos, por tus anhelos, esperanzas y por querer cambiar todo lo malo que está sucediendo últimamente en este mundo enfermo. Él enseñó que besar en la mejilla no era exclusivo del género femenino y que además no sólo significaba demostrar cariño, sino que también aprecio y un profundo sentimiento de respeto. Fue él quien en vida me enseñó que no se necesitan lazos sanguíneos para decir “tío”, sino que también aquella frase podía ser acuñada a cualquier persona que estimaras y admiraras.
Con su muerte muchas cosas en mi cambiaron, se volvieron de cierta manera desabridas, incoloras y por sobretodo tristes. Con él fue quien me pregunté una vez más el motivo de por qué los buenos mueren jóvenes y gracias a él llegué a una respuesta y esa es que la “juventud” es el premio de quien vive por el resto, se enorgullece de lo que tiene y quienes lo rodean, así como también de emocionarse por cada uno de los logros que podemos conseguir, por muy mínimos que estos sean.
Mi tío se me fue después de una lucha contra el cáncer, contra esa enfermedad de mierda que te hace sólo querer despertar de una pesadilla que tiene nombre y lamentablemente también posee fecha de vencimiento. Un vencimiento doloroso que no hace más que aliviar a quien se va pero dejando a cambio un gran dolor en quienes permanecemos en esta vida, en este aquí y ahora. Mi tío se fue dejándonos muchos legados y muchas acciones por cumplir para honrarlo. Hoy es su tumba la que marca el lugar donde a menudo me acerco para sentarme a conversar de la vida mientras me fumo un cigarro mientras conversamos de lo último que nos ha pasado, y a pesar de que físicamente no escucho sus respuestas siempre siento que su mensaje llega de una forma u otra.
Su cuerpo se nos fue, su alma quedó con nosotros y se junta a conversar y a abrazarnos cuando más lo necesitamos. Es aquella mano que te ayuda a levantarte, te da calor en los momentos más fríos y te alumbra en los momentos más sombríos.
Mi tío se me fue a sus 51 y si bien quizá para muchos eso no es necesariamente ser joven habría simplemente bastado conocerlo para darse cuenta de que la juventud se le salía por los poros y descansaba en su forma de ser y su mente a través de sus ideas revolucionaras y progresistas. Mi tío creía en un lugar mejor y despreciaba a todos sus coetáneos por no querer participar de forma activa en los cambios que a nuestra sociedad urgen, como lo es la educación, la salud y los derechos humanos. Mi tío era el “Che Guevara” que tuve a mano, el guerrillero que dedicó su vida para entregarnos un legado de amor, comprensión y ayuda y solidaridad con el prójimo.
Con su partida y saber que murió tan joven me acordé de la frase de Benedetti “Y pensar que cuando éramos niños los viejos tenían como treinta”. Me acordé cuando pensaba que tener 27 era suficiente para hacer todo lo que necesitaras hacer y legar en esta vida y ahora que los tengo creo que no he vivido nada y peor aún creo que si llego al igual que él a los 51 tampoco habré hecho mucho. Sin embargo, espero poder algún día terminar el libro que estoy escribiendo y dedicárselo a su memoria, pues sin su partida creo que muy poco de lo que hago hoy lo estaría haciendo, porque a fin de cuentas lo único que uno puede dejar en esta vida es un legado sea como haya sido, para bien o para mal, total lo único que en realidad importa es que todos hemos venido a este mundo a cambiarlo pero son muy pocos los que a fin de cuentas han conseguido hacerlo y felizmente mi tío lo hizo a su manera.
Música para degustar: “Crazy crazy nights”… ¿Cómo podría poner otra?...si usted hubiese sabido tocar una guitarra, una batería o un bajo habría sido un rockero empedernido. Gracias una vez más por su legado.

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