domingo, septiembre 2

2 de Septiembre

Hace exactamente un año, más o menos a esta misma hora - o quizá un poco más tarde - me enteré del accidente aéreo de Juan Fernández, del Felipe Camiroaga y el Felipe Cubillos y toda esa gente que murió ahí. Sin embargo, mi cabeza andaba en otra parte, pues a esa misma hora comenzaba a abandonar el Instituto Nacional del Tórax en providencia. Acababa de visitar y conversar por última vez con mi tío Eduardo. Aquella vez, sería la última vez que lo haría en privado y por mucho tiempo sólo con él. Días antes me había enterada que aquel dolor constante que sufría hace más de un año no era por problemas al corazón o un montón de otras patologías que pensamos podrían haber sido. Aquel intenso dolor era un cáncer que se lo terminaría llevando pocos meses más tarde.
Aquella vez hablamos de muchas cosas, como siempre lo hacíamos. Incluimos política, costo de la vida, del trabajo, la familia, el embarazo de mi hermana y por supuesto su infaltable dosis de rock. Aquella vez, también fue la primera y única vez en donde lo vi llorar y sufrir por su irremediable estado de salud. Se preocupó por su familia, por nosotros e incluso por el futuro que vendría para todos los chilenos si no cambiábamos la actual forma de vida dependiente de gobernantes hijos de puta que llevamos hasta el día de hoy. Me comentaba que estaba triste por ver a jóvenes peleando por la educación y que los más viejos se preocuparan menos de lo que debieran. Mi tío era sindicalista y odiaba ver cómo nos cagaban día a día y como por supuesto nos siguen cagando.
Recuerdo que aquella vez le dije que lo quería mucho, que saldríamos de esta y que todo lo que viniera sería mejor. Maldito mentiroso fui aquel día. Sabía que los diagnósticos era sombríos y que lo más probable es que a él le quedaran sólo unos meses antes de que mis próximas visitas no fueran en su casa sino que en el cementerio.
Como fuera, aquel día me sentí aliviado por mi visita porque pensé que antes de que muriera le había dicho lo importante que era para mí, lo mucho que lo quería y las muchas cosas que vendrían. Un mes y medio más tarde toda la familia tendría la triste noticia y la pena de que jamás en esta vida nos volveríamos a abrazar. 
Y junto con todo lo emocional que fue ese día, unas horas antes el abuelo Juan había ingresado al hospital por problemas de salud. 3 Días más tarde estábamos en el primer funeral en menos de un mes y medio.
Ese día terminó, fue difícil pero confié en que las cosas mejorarían, así como siempre he pensado que lo harán, aunque siguen estando estancadas y con poco futuro por delante. 
Como sea, aquel día dije "lo quiero" y con eso bastó para sentirme mejor.

Música para degustar: "Listen to the music"