Hace ya un año pase los días más tristes de mi
vida. Hace ya un año se me fue una persona que amé mucho, que estimaba más que
a muchos de los que conozco y que lamentablemente me será imposible de
reemplazar. Claro, nadie es reemplazable pero esta pérdida es una herida
abierta que por mucho tiempo costará sanar.
Mi tío Eduardo, el pelao, era un hombre cuya personalidad
unificaba, que te provocaba abrazar con toda tus fuerzas al momento de saludar y
que en sí personificaba muchas cosas de las cuales se sustentan buenos ideales
en el mundo, como es luchar por tus derechos, por tus anhelos, esperanzas y por
querer cambiar todo lo malo que está sucediendo últimamente en este mundo
enfermo. Él enseñó que besar en la mejilla no era exclusivo del género femenino
y que además no sólo significaba demostrar cariño, sino que también aprecio y
un profundo sentimiento de respeto. Fue él quien en vida me enseñó que no se
necesitan lazos sanguíneos para decir “tío”, sino que también aquella frase
podía ser acuñada a cualquier persona que estimaras y admiraras.
Con su muerte muchas cosas en mi cambiaron, se
volvieron de cierta manera desabridas, incoloras y por sobretodo tristes. Con
él fue quien me pregunté una vez más el motivo de por qué los buenos mueren
jóvenes y gracias a él llegué a una respuesta y esa es que la “juventud” es el
premio de quien vive por el resto, se enorgullece de lo que tiene y quienes lo
rodean, así como también de emocionarse por cada uno de los logros que podemos
conseguir, por muy mínimos que estos sean.
Mi tío se me fue después de una lucha contra el
cáncer, contra esa enfermedad de mierda que te hace sólo querer despertar de
una pesadilla que tiene nombre y lamentablemente también posee fecha de
vencimiento. Un vencimiento doloroso que no hace más que aliviar a quien se va
pero dejando a cambio un gran dolor en quienes permanecemos en esta vida, en
este aquí y ahora. Mi tío se fue dejándonos muchos legados y muchas acciones
por cumplir para honrarlo. Hoy es su tumba la que marca el lugar donde a menudo
me acerco para sentarme a conversar de la vida mientras me fumo un cigarro
mientras conversamos de lo último que nos ha pasado, y a pesar de que
físicamente no escucho sus respuestas siempre siento que su mensaje llega de
una forma u otra.
Su cuerpo se nos fue, su alma quedó con nosotros y
se junta a conversar y a abrazarnos cuando más lo necesitamos. Es aquella mano
que te ayuda a levantarte, te da calor en los momentos más fríos y te alumbra
en los momentos más sombríos.
Mi tío se me fue a sus 51 y si bien quizá para
muchos eso no es necesariamente ser joven habría simplemente bastado conocerlo
para darse cuenta de que la juventud se le salía por los poros y descansaba en
su forma de ser y su mente a través de sus ideas revolucionaras y progresistas.
Mi tío creía en un lugar mejor y despreciaba a todos sus coetáneos por no
querer participar de forma activa en los cambios que a nuestra sociedad urgen,
como lo es la educación, la salud y los derechos humanos. Mi tío era el “Che
Guevara” que tuve a mano, el guerrillero que dedicó su vida para entregarnos un
legado de amor, comprensión y ayuda y solidaridad con el prójimo.
Con su partida y saber que murió tan joven me
acordé de la frase de Benedetti “Y pensar que cuando éramos niños los viejos
tenían como treinta”. Me acordé cuando pensaba que tener 27 era suficiente para
hacer todo lo que necesitaras hacer y legar en esta vida y ahora que los tengo
creo que no he vivido nada y peor aún creo que si llego al igual que él a los
51 tampoco habré hecho mucho. Sin embargo, espero poder algún día terminar el
libro que estoy escribiendo y dedicárselo a su memoria, pues sin su partida
creo que muy poco de lo que hago hoy lo estaría haciendo, porque a fin de
cuentas lo único que uno puede dejar en esta vida es un legado sea como haya
sido, para bien o para mal, total lo único que en realidad importa es que todos
hemos venido a este mundo a cambiarlo pero son muy pocos los que a fin de
cuentas han conseguido hacerlo y felizmente mi tío lo hizo a su manera.
Música para degustar: “Crazy crazy nights”… ¿Cómo
podría poner otra?...si usted hubiese sabido tocar una guitarra, una batería o
un bajo habría sido un rockero empedernido. Gracias una vez más por su legado.