martes, abril 19

Santiago


Santiago te asfixia y si no estás preparado comenzarás a odiarla tan pronto como cuando empiezas a vivir el siguiente día sin terminar el presente. Es como esa sensación de derrota, pena y miseria que miles de personas llevan a diario en el metro o en los buses de la locomoción colectiva, quienes no tienen más alegría que vivir esperando el siguiente fin de semana.
Hoy se viven tiempos difíciles, tal como lo han hecho todas las generaciones anteriores a la nuestra. Y nosotros, a pesar de tenerlo todo en comparación a ellos, no tenemos valores o principios por los cuales realmente valga la pena dar la vida, pues si no tienes una etiqueta con un precio en ella, prontamente esa máquina llena de dientes afilados que te obliga a levantarte día a día en esas frías mañanas se encargará de que lo tengas. Por lo visto, hoy por hoy ya ni siquiera los árboles mueren de pie.
Recuerdo mi niñez donde deseaba ser un bombero y todos me decían que con eso era imposible poder dar de comer a una familia, ya que era un trabajo voluntario. Sin embargo, la vida en su forma irónica e incomprensible me puso hoy en un trabajo donde soy horriblemente malo pero donde recibo dinero a cambio hacerlo -que dicho sea de paso es necesario mencionar que no es tan poco. Por otra parte, leer, escribir, escuchar música, tocar música y pensar -mis hobbies favoritos- son disfrutados a diario sin recibir un sucio peso a cambio. Pareciera ser como una macabra ley "Mientras más des menos recibes".
Volviendo a Santiago te encuentras con moles de acero, calles grises y luces de artificio, cuyos únicos árboles se visten con grandes marcas y usan exactamente el mismo modelo que otras 50.200 personas más. Entre las coloridas tenidas del capitalismo y las grises prendas del comunismo pareciera que realmente no hay mucha diferencia.
Volviendo a ti Santiago y olvidando tu obscuridad, tu estilo asfixiante, delincuente y asesino, aún puedo decir que existe algo que de ti me agrada, aquello que tiene nombre de mujer, que mira tras espejos con marcos negros y que me espera cada lunes y viernes afuera de la estación del metro con una hermosa sonrisa y brazos abiertos.

Música para degustar: "Tell all the people"


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