Odio el día domingo, odio ver como todos toman su tren en esta estación mientras lo único que le sucede a mi cuerpo inerte es la putrefacción de mis raíces cada vez más aferradas al suelo. Con tristeza y rencor observo como todos preparan sus maletas y toman sus asientos en un tren al que nunca me he subido, pues con vergüenza hay que asumir que la pereza se atornilló al mismo tiempo en que justamente habían excusas como para poder decir "no".
Cuando era niño odiaba el día jueves pues lo consideraba un estorbo antes del manjar que significaba un viernes y sábado. El domingo no me caía muy bien pero no podía decir que lo odiaba como lo hago hoy. En realidad quizá ni siquiera odio el domingo en su totalidad, mas bien odio la puesta de sol que trae consigo una nueva semana para quienes tienen planes, proyectos y alegrías ampliamente relacionadas con cada uno de los días de la semana. Lo que es yo sólo me dedico a observar cobardemente el paso del tiempo en una prisión auto-elegida.
Al depresivo le encanta sentirse triste pues sin la tristeza pierde su esencia elemental, la autodestrucción impuesta por cosas externas y/o internas. Tal vez, en esto me parezco a un depresivo, pues a pesar de que no me gusta el peso que se apodera de mi pecho cada domingo a eso de las 9 de la noche, creo que es tan necesario como la terapia de sonidos que debo beber cada vez que debo recorrer algún lugar, pues de lo contrario el dedo que aprieta este botón habría causado el derrame de manera anticipada.
Hoy domingo no me siento tan mal, tampoco mi pecho me aprieta y quizá sea el comienzo de la mutación, en donde olvidé por un momento soñar y me dejé enredar por pensamientos insanos que me empujan a coger un lápiz y escribir líneas sin un destino final y que curiosamente permiten que un trozo por más insignificante que sea carezca y esté lleno de sentido a la vez. Es probablemente también porque el síndrome se ha aminorado debido a que sin notarlo es lunes y debo ir a dormir.
Música para degustar: "Domingos"
Cuando era niño odiaba el día jueves pues lo consideraba un estorbo antes del manjar que significaba un viernes y sábado. El domingo no me caía muy bien pero no podía decir que lo odiaba como lo hago hoy. En realidad quizá ni siquiera odio el domingo en su totalidad, mas bien odio la puesta de sol que trae consigo una nueva semana para quienes tienen planes, proyectos y alegrías ampliamente relacionadas con cada uno de los días de la semana. Lo que es yo sólo me dedico a observar cobardemente el paso del tiempo en una prisión auto-elegida.
Al depresivo le encanta sentirse triste pues sin la tristeza pierde su esencia elemental, la autodestrucción impuesta por cosas externas y/o internas. Tal vez, en esto me parezco a un depresivo, pues a pesar de que no me gusta el peso que se apodera de mi pecho cada domingo a eso de las 9 de la noche, creo que es tan necesario como la terapia de sonidos que debo beber cada vez que debo recorrer algún lugar, pues de lo contrario el dedo que aprieta este botón habría causado el derrame de manera anticipada.
Hoy domingo no me siento tan mal, tampoco mi pecho me aprieta y quizá sea el comienzo de la mutación, en donde olvidé por un momento soñar y me dejé enredar por pensamientos insanos que me empujan a coger un lápiz y escribir líneas sin un destino final y que curiosamente permiten que un trozo por más insignificante que sea carezca y esté lleno de sentido a la vez. Es probablemente también porque el síndrome se ha aminorado debido a que sin notarlo es lunes y debo ir a dormir.
Música para degustar: "Domingos"
1 comentario:
El domingo y la sensacion de dgo es extraña: me carga porq es fome, pero tb me carga q se acabe porq ya viene el lunes y vuelvo a mi trabajo, comienza otra semana mas, lo mas probable q sea = q las q han pasado y seguiran pasando.. y asi pasa la vida... realmente no quiero q pase sin hacer nada.
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